¿Qué mira? Reflexiones sobre «Perro semihundido en la arena» de Goya

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Hay obras de arte que te marcan, que te acompañan toda la vida, otras, por el contrario son de un momento, de una época determinada, en la que te influye mas por determinadas circunstancias. esta, a la que me voy a referir ahora, es de las primeras, de las que te marcan cuando las conoces y que son siempre un referente en tu concepción y visión del arte, y en definitiva, de la vida.

Aún recuerdo cuando la vi por primera vez, con apenas veinte años, en el Museo del Prado, permanecer sentado, hipnotizado, durante largos minutos, no se cuantos, en la semipenumbra de la sala de las «pinturas negras». Recuerdo no poder apartar mi mirada de la del perro, y hacerme la misma pregunta que me vuelvo a hacer ahora, muchos años después: ¿Qué está mirando? ¿Qué espera?

Esta, como el resto de las pinturas negras, creo que hay que verla en clave política. Goya, un hombre que se siente atraído por los ideales de la Ilustración, un hombre de espíritu libre y progresista ve como la vuelta del rey por el que había luchado el pueblo español, supone un retroceso, una vuelta a los ideales del absolutismo más intransigente y cruel. Goya ve como sus compañeros y amigos o son represaliados por Fernando VII o han de huir al exilio. Cansado, anciano, desilusionado y aislado por su sordera se encierra en su casa, la conocida como la «Quinta del Sordo» en la cual, en la mas absoluta intimidad, va a desarrollar la pintura que el quería realizar en ese momento trágico de su existencia. Es una obra no destinada a ser vista por público alguno. Es, de alguna manera, su testamento vital, político y pictórico.

El «Perro semihundido en la arena», o al menos ese es el nombre que se le ha venido dando, estaba situado en la segunda planta, frente a la otra obra del mismo formato titulada «Dos mujeres y un hombre»

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Sobre un fondo que actualmente es casi absolutamente monócromo, aunque originariamente se podía apreciar claramente una montaña que se erguía al fondo, la cabeza del perro sobresale a duras penas de la arena que parece estar a punto de engullirlo.

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El perro no ladra, no está desesperado, no parece implorar, no parece rogar a su dueño que lo salve. El perro no tiene dueño, no hay amo al que recurrir. en su mirada parece haber confianza. ¿en qué?

En el fondo, ahora casi sin matices, podía apreciarse claramente la silueta de una montaña que ahora tan sólo se vislumbra, y a la que el perro dirige su mirada, llena de confianza.

A mi me recuerda, de alguna manera, el monolito de la genial película de Kubrick 2001. Creo que el simbolismo de ambos elementos es el mismo, o algo muy parecido.

Enfrente del perro, en la pared opuesta hay dos obras terribles, la lectura, en la cual un fraile lee a unos campesinos analfabetos algo que los deja absolutamente embelesados, mirando hacia arriba. Al otro lado, dos mujeres se están riendo ante la visión de un hombre que se está masturbando, y está alcanzando el orgasmo.

Frente a estas dos escenas, en las cuales la incultura y la mas baja animalidad caracteriza a un pueblo ignorante, mediatizado y manipulado por la iglesia, el perro, símbolo del pueblo, mira esperanzado lo que puede significar esa montaña, ese Olimpo en el que habitan los dioses. No son los dioses de un cristianismo. Creo que lo que mira, lo que espera el perro para evitar el hundimiento total y absoluto es la llegada de lago tan importante como es la Inteligencia, la cultura, una educación libre, que haga al ser humano dueño de su destino, y que este no quede en las mismas manos que hasta ahora ha estado: la Iglesia, la monarquía, la nobleza, etc.

Un pueblo que dirime sus riñas a garrotazos, un monarca que como Saturno, devora a sus hijos, un pueblo que en su deambular sigue a un ciego, ¿cómo es posible que se salve?

La salvación no se puede esperar que venga de fuera. La salvación tiene que venir de nosotros mismos, de nuestra capacidad de reacción, sin violencia, sin obediencia, sin fe en las instituciones o en la religión. Tiene que venir de nuestra capacidad de aprender, de saber, de nuestra fe en el progreso. Al igual que el monolito de 2001, daba lugar a la evolución, en Goya hay el mismo concepto.

La salvación ha de venir de la inteligencia, en el mejor sentido de la palabra.

Goya, en esa mirada deja ver un atisbo de esperanza, que para sí no pudo ver. Cansado de esperar un cambio que no llegaba, y buscando la libertad por la que había luchado, y en la que aún creía, pretextando unos baños en Burdeos, huye a Francia, país que el creía de la Libertad, buscando una vida y unos conocimientos, a los que el estaba abierto a seguir recibiendo y aprendiendo.

Aun aprendo

Goya, 'I am Still Learning' ('Aún aprendo') 1824-8.jpg

5 comentarios en “¿Qué mira? Reflexiones sobre «Perro semihundido en la arena» de Goya

  1. Algunos pintores posteriores se han inspirado en este «perro» de Goya y lo han interpretado en su propia obra, entre ellos -y creo que en varias ocasiones- Antonio Saura, otro artista con obras que emanan tristeza, como el propio Goya. Porque esta pintura, la primera impresión que nos transmite es esa, la de tristeza. Es lo que me parece a mí. Pero el perro, hundido, levanta la cabeza y, sobre ella, todo el cuadro aún tiene luz. Un hermoso legado de un artista que con más de ochenta años busca seguir aprendiendo.
    Muy interesante tu comentario sobre la obra, Antonio. Un abrazo.

  2. Hola, a mí también me impactó esta obra de Goya cuando la vi por primera vez. Hace poco volví a visitar El Prado y me provocó la misma emoción. Una obra genial que con pocos elementos (yo diría minimalista) tiene un mensaje profundo, repleto de interpretaciones… Percibo desolación, soledad, tristeza y la mirada del perro es tan enigmática que no te deja indiferente. Gracias por tu análisis

  3. Jean Laurent, el famoso fotógrafo, tuvo la oportunidad de hacer imágenes de las pinturas antes de ser trasladadas al lienzo, en las paredes de la quinta del sordo.
    Si bien las fotos son en blanco y negro, se aprecian detalles que se perdieron en el traslado.
    Vamos al asunto: El perrito miraba a dos pajaritos y la sombra no es eso, sino una roca.
    De mi propia apreciación, puedo decir que no me parece que el perro esté semihundido en nada, sino que se esta asomando, y esa expresión ya no respondería a una mera melancolía, sino al asombro y la curiosidad de un perro viejo, quien siempre tiene los ojos tristes, sin importar su estado de animo.
    Teniendo en cuenta que Goya no bautizó a las obras, y sus nombres fueron puestos en una primera, y hasta diría superficial, mirada; creo que el perro fue condenado a estar semuhundido en la arena por alguien que no era el pintor, sino mas bien por el tipo que quiso vender esas pinturas.

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